EL PP I LA FISCALITAT
L’únic punt inamovible dels diversos programes del PP és que els rics han de pagar pocs impostos. Quan Aznar va arribar a la presidència del govern el primer que va fer va ser un decret-llei baixant el tipus màxim a pagar d’IRPF, el que pagaven els que tenien més rendes. A la passada legislatura autonòmica a algunes comunitats autònomes governades per socialistes es un puja un punt l’IRPF a les rendes superiors a 100.000 euros. A Balears el govern ho proposà però PP i UM ho tombaren al Parlament. Si s’hagués aprovat s’haurien recaptat 300 milions d’euros que li haurien anat bé al Govern en un moment com l’actual en que han baixat els ingressos prevists.
Rajoy diu que el PP no pujarà cap impost i que baixarà l’impost de societats, que afecta als que tenen accions no als més pobres. Diu que no retallarà serveis socials, ¿com ho farà?. A les eleccions municipals i autonòmiques d’enguany el PP ha accedit a governs on abans no comandaven i es queixen dels deutes que han deixats els altres. Cal recordar que el municipi més endeutat d’Espanya, amb diferència, és el de Madrid i la comunitat més endeutada la de València, on fa anys que governen els populars. Deutes que han trobat venen de quan governaven ells, en el cas de Palma encara no s’ha pagat el primer parc de les Estacions, dissenyat per Carme Pinós, que fou destruït per fer l’estació intermodal. A Palma quan estaven a l’oposició s’oposaren a que l’Ajuntament demanés un crèdit de 20 milions i quan arribaren al poder ho demanaren totd’una. L’Ajuntament no ha tingut problemes de liquidesa, paga a les entitat aviat, fins i tot ha avançat diners abans d’acabar les activitats. Diuen que no tenen diners però totd’una han trobat 196.000 euros per espanyar un carril bici, han llevat serveis i pujaran el bus i llevaren la gratuïtat als menors de 16 anys. A municipis on
El Consell de Mallorca té problemes de liquidesa perquè el Govern no els ha traspassat el que els deu. Però no és problema de dèficit, l’any passat tingueren 22 milions de superàvit. Aprofiten l’avinentesa per eliminar el que no els interessa o molesta com la televisió de Mallorca, les subvencions a cursos de català i entitats culturals. El Govern Balear retarda el pagament de subvencions a entitats per enfonsar-les, van per l’Obra Cultural Balear i pel GOB (que ha hagut de fer un ERE per no poder pagar els seus treballadors). En els retalls que fan ¿perquè no suprimeixen la promoció turística i que els hotelers paguin la publicitat que els beneficia?.
Onofre Vaquer
viernes, 9 de septiembre de 2011
lunes, 5 de septiembre de 2011
ARTICLE DE LUCÍA ETXEBARRIA
Molt bo l'article de Lucía Etxebarría al Magazine d'ahir.
SIMPATÍA POR EL DÉBIL LUCÍA ETXEBARRIA
Un hombre como los demás
NO SÓLO ME EDUQUÉ en la fe católica, sino que creí fervientemente en ella durante muchos años. El Jesucristo al que yo amaba era aquel que había hablado de
ofrecer al enemigo la otra mejilla si te golpeaban una, frente al “ojo por ojo y diente por diente” de la ley del talión; el que quería que se acercasen a él los niños, los ladrones y las prostitutas (a día de hoy quizá nos cuesta entender por qué incluyó a los tres grupos en la misma categoría, pero basta con leer el Antiguo Testamento para entender que los antiguos judíos, como sociedad no natalista que eran, no respetaban a los menores); el que impidió que lapidaran a una adúltera, el que expulsó a los mercaderes del templo y el que creía más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que un rico entrara en el reino de los cielos. El Jesucristo al que yo amé era, pues, un revolucionario y un firme defensor de la justicia social. Mi Jesucristo no creía en disciplinas ni cilicios, ni en jerarquías ni oropeles. Era sencillo y franco, comprensivo, amoroso.
Más tarde, con Juan Pablo II, la Iglesia católica experimentó una deriva reaccionaria y ultraconservadora culminada con la beatificación del fundador del Opus Dei, una Obra que viola el derecho canónico y el penal al abrir la correspondencia de sus numerarios y revelar el secreto de confesión, que impone a sus numerarios la mortificación corporal y, por lo tanto maltrata, y que se ha convertido, más que en una orden religiosa, en una poderosísima empresa multinacional. Se me decía que yo debía aceptar eso porque el Papa, por dogma, es infalible. Pero ¿qué hombre infalible, tras que se destapara el escándalo de los abusos y maltratos masivos a menores en los orfanatos católicos irlandeses, no sólo no se dignaba a hablar con las víctimas sino que, para colmo. se negaba a enviar a los criminales a la cárcel? ¿Qué Papa infalible podía apoyar a un pederasta (que abusó de sus propios hijos), ladrón, malversador, polígamo y morfinómano como Marcial Maciel? ¿Qué hombre infalible pudo cerrar los ojos ante los cientos, miles, de cartas y testimonios que estuvieron llegando al Vaticano durante treinta años, treinta, revelando lo que luego la justicia de los hombres probó, que el amigo al que el Papa besó en público abusaba de menores? Un dogma de fe cayó, pues, y me alejé de la Iglesia vaticana, pero no del credo cristiano, que sigue constituyendo el ideario ético por el que me rijo.
Me quedé, pues, sola, sin Iglesia a la que acudir ni congregación con la que relacionarme, pero nunca he dejado de ser cristiana. Soy una de tantas cristianas que se han alejado, con enorme pesar de la Iglesia vaticana. Por lo tanto, no quiero sufragar con mis impuestos la reciente visita del Papa. No porque no sea creyente, sino más bien por todo lo contrario. Creo que los 60 millones de euros que vamos a pagar entre todos los ciudadanos de Madrid podrían destinarse a causas mucho más urgentes, y que resulta frívolo gastar semejante cantidad en la visita papal cuando atravesamos una de las peores crisis económicas de la historia de nuestro país. ¿Que la visita atrae turismo? Más turismo atrae, por ejemplo, el festival de música electrónica de Barcelona o los conciertos de U2, y nadie me pide que contribuya a sufragarlos.
SIMPATÍA POR EL DÉBIL LUCÍA ETXEBARRIA
Un hombre como los demás
NO SÓLO ME EDUQUÉ en la fe católica, sino que creí fervientemente en ella durante muchos años. El Jesucristo al que yo amaba era aquel que había hablado de
ofrecer al enemigo la otra mejilla si te golpeaban una, frente al “ojo por ojo y diente por diente” de la ley del talión; el que quería que se acercasen a él los niños, los ladrones y las prostitutas (a día de hoy quizá nos cuesta entender por qué incluyó a los tres grupos en la misma categoría, pero basta con leer el Antiguo Testamento para entender que los antiguos judíos, como sociedad no natalista que eran, no respetaban a los menores); el que impidió que lapidaran a una adúltera, el que expulsó a los mercaderes del templo y el que creía más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que un rico entrara en el reino de los cielos. El Jesucristo al que yo amé era, pues, un revolucionario y un firme defensor de la justicia social. Mi Jesucristo no creía en disciplinas ni cilicios, ni en jerarquías ni oropeles. Era sencillo y franco, comprensivo, amoroso.
Más tarde, con Juan Pablo II, la Iglesia católica experimentó una deriva reaccionaria y ultraconservadora culminada con la beatificación del fundador del Opus Dei, una Obra que viola el derecho canónico y el penal al abrir la correspondencia de sus numerarios y revelar el secreto de confesión, que impone a sus numerarios la mortificación corporal y, por lo tanto maltrata, y que se ha convertido, más que en una orden religiosa, en una poderosísima empresa multinacional. Se me decía que yo debía aceptar eso porque el Papa, por dogma, es infalible. Pero ¿qué hombre infalible, tras que se destapara el escándalo de los abusos y maltratos masivos a menores en los orfanatos católicos irlandeses, no sólo no se dignaba a hablar con las víctimas sino que, para colmo. se negaba a enviar a los criminales a la cárcel? ¿Qué Papa infalible podía apoyar a un pederasta (que abusó de sus propios hijos), ladrón, malversador, polígamo y morfinómano como Marcial Maciel? ¿Qué hombre infalible pudo cerrar los ojos ante los cientos, miles, de cartas y testimonios que estuvieron llegando al Vaticano durante treinta años, treinta, revelando lo que luego la justicia de los hombres probó, que el amigo al que el Papa besó en público abusaba de menores? Un dogma de fe cayó, pues, y me alejé de la Iglesia vaticana, pero no del credo cristiano, que sigue constituyendo el ideario ético por el que me rijo.
Me quedé, pues, sola, sin Iglesia a la que acudir ni congregación con la que relacionarme, pero nunca he dejado de ser cristiana. Soy una de tantas cristianas que se han alejado, con enorme pesar de la Iglesia vaticana. Por lo tanto, no quiero sufragar con mis impuestos la reciente visita del Papa. No porque no sea creyente, sino más bien por todo lo contrario. Creo que los 60 millones de euros que vamos a pagar entre todos los ciudadanos de Madrid podrían destinarse a causas mucho más urgentes, y que resulta frívolo gastar semejante cantidad en la visita papal cuando atravesamos una de las peores crisis económicas de la historia de nuestro país. ¿Que la visita atrae turismo? Más turismo atrae, por ejemplo, el festival de música electrónica de Barcelona o los conciertos de U2, y nadie me pide que contribuya a sufragarlos.
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